El debut oficial en la dirección de largometrajes del canadiense David Cronenberg (“Videodrome”, 1983, “La mosca”, 1986, “Crash”, 1996, o “Una historia de violencia”, 2005) fue el pistoletazo de salida para su nombramiento como ‘Rey del Terror Venéreo’ y fundador de la ‘Nueva Carne’. Cronenberg, con un presupuesto ínfimo, construye un film en el que encontramos ya muchas de las constantes de su cine (esos experimentos médicos que conducen a las consecuencias más aberrantes y las conspiraciones institucionales) en un festín de generoso gore y sexo violento que puso al director en el punto de mira de todos los amantes de la ‘casquería’ y la desvergüenza sanguinolenta (Cronenberg logró el premio al mejor director en Sitges).
El doctor Emil Hobbes (Fred Doederlin) lleva a cabo una serie de experimentos para perfeccionar los transplantes de órganos. Pero algo sale mal y unos parásitos que ha creado comienzan a invadir el complejo residencial de la torre Stareliner, introduciéndose en las personas y provocándoles unos irrefrenables y psicopáticos deseos sexuales mediante los que infectan a sus víctimas.
Cronenberg mezcla la premisa del contagio que podíamos encontrar en “La noche de los muertos vivientes” (George A. Romero, 1968) con esa tendencia al sexo poco ortodoxo y la provocación que lo han hecho famoso; logrando, a pesar de la falta de medios, mezclar el espectáculo de serie B más truculento con cierto trasfondo de crítica, dando complejidad a la propuesta. “Vinieron de dentro de…” puede considerarse un ensayo de lo que expondría posteriormente en films como “Rabia” (1977) o “Cromosoma 3” (1979) y que culminaría en “Inseparables” (1988): la enfermedad (venérea mayormente) como paso intermedio hacia otro estadio de la humanidad.