Tras el éxito de “La aventura del Poseidón” (1972), el productor Irwin Allen confió su siguiente proyecto al ambicioso, pero no siempre acertado director John Guillermin (“King Kong”, 1976, o “Muerte en el Nilo”, 1978); y consiguió una de las cumbres del género de catástrofes (tan popular en los años 70) gracias a esta espectacular superproducción, todo un compendio de las constantes del género con más de dos horas de duración, repleta de estrellas de Hollywood (además de los protagonistas tenemos a William Holden, Fred Astaire, Faye Dunaway, Richard Chamberlain o Robert Wagner) y los mejores efectos especiales de la época.
La noche de la inauguración de la Glass Tower, el edificio más alto del mundo con 138 plantas, un fallo eléctrico causa un incendio y deja encerrados a los asistentes a la fiesta en un auténtico infierno de llamas y acero. El arquitecto Doug Roberts (Paul Newman) unirá fuerzas al jefe de bomberos Mike O’Hallorhan (Steve McQueen) para resolver el problema.
Sobre un guión del solvente Stirling Silliphant (ganador de un Oscar en 1967 por “En el calor de la noche”), basado en dos novelas distintas, que enfatiza el heroísmo de los ciudadanos de a pie y la ambición de los que ostentan el poder (confeccionando una crítica hacia el crecimiento tecnológico sin control y la ambición humana) consiguiendo humanizar a los héroes de la función (pero convirtiendo a los villanos en caricaturas poco creíbles) y creando una atmósfera cargada de suspense y drama; John Guillermin despliega sus recursos del cine de acción y aventuras con solvencia y poca personalidad (como tenía que ser en un producto de esta índole), logrando una película que ya ha pasado a formar parte del imaginario cinematográfico universal, trascendiendo como icono de la cultura popular.