El debut de Steve McQueen como protagonista en el cine es uno de los más paradigmáticos ejemplos de esa imaginativa y fundacional serie B de terror y ciencia-ficción que inundó los autocines de los años 50 y que hizo las delicias de la generación de adolescentes que crecieron a la vez que el Rock & Roll, la guerra fría y la amenaza nuclear. De hecho “La masa devoradora” se estrenó en sesión doble con otra entrañable muestra de horror extraterrestre: “Me casé con un monstruo del espacio exterior” (Gene Fowler Jr., 1958); aunque su éxito de público la llevó a ser proyectada después como film principal. La película de Irvin S. Yeaworth Jr. (mediocre productor y director responsable de otros productos de ‘drive-in’ como “4D Man”, 1959, o “Dinosaurios”, 1960) tomaba la premisa de ‘monstruos del espacio exterior que siembran el pánico’ y la simplificaba casi hasta la abstracción, convirtiendo a los cada vez más elaborados aliens de la época en una simple ‘masa devoradora’, informe e imparable. Una noche, un meteorito cae cerca de un pequeño pueblo de Pennsylvania.
Steve (Steve McQueen) y Jane (Aneta Howland) se están enrollándose cerca del lugar del impacto y deciden ir a verlo. Pero antes de llegar un anciano encuentra el meteorito, que parece contener una especie de baba gelatinosa que lo ataca.
A pesar de la simpatía que despertó entre los espectadores, la crítica se cebó con los múltiples defectos de “La masa devoradora”: interpretaciones nefastas, realización torpe, una trama sencillamente ridícula, … ¿Pero a quién le puede importar cuando tiene a una pareja de sanos jóvenes estadounidenses huyendo de un monstruo gigantesco que arrasa el pueblo?, con su ínfima factura (aunque terminó distribuyéndola la Paramount, es puro cine independiente hecho con a penas 100.000 dólares), sus divertidos efectos especiales, un jovencísimo y desconocido Steve McQueen como héroe por accidente, un tema central escrito por Burt Bacharach y ese carismático monstruo menor del cine de terror que quedó para la posteridad (su rastro va desde un entretenido remake: “The Blob. El terror no tiene forma”, 1988, de Chuck Russell; a “Monstruos contra alienígenas”, 2009, de Rob Letterman & Conrad Vernon).