Después de más de cuatro décadas demostrando ser uno de los más incombustibles y personales autores cinematográficos de la historia, Luis Buñuel (“Los olvidados”, 1950, “El ángel exterminador”, 1962, o “Ese oscuro objeto del deseo”, 1977) afrontó su antepenúltima película con el mismo afán transgresor y libertad creativa de los tiempos de “El perro andaluz” (1929) o “La edad de oro” (1930). Con la complicidad de Jean-Claude Carrière, construyó uno de sus surrealistas retratos de la alta burguesía a base de mala leche, ironía sangrante, retorcida sexualidad, parodia, humor absurdo, secuencias oníricas y esa característica capacidad de extrañar al espectador por medio de la confusión entre la realidad y la fantasía. A través de una serie de simbólicos encuentros interrumpidos, el maestro del surrealismo cinematográfico desarrolla una extravagante comedia que critica la falsedad del mundo que habitan las clases altas, al desapego y la hipocresía con respecto a la realidad.
Don Rafael Acosta (Fernando Rey), el matrimonio Thevenot (Paul Frankeur y Delphine Seyring) y la hermana de la esposa (Bulle Ogier), están citados en casa de los Sénéchal (Jean Pierre Cassel y Stéphane Audran) para cenar. Pero al llegar resulta que Henri Sénéchal ha salido y tienen que ir a un restaurante, pero tampoco pueden cenar, pues el dueño ha muerto.
Buñuel vuelve a explorar las frustraciones ante la no consecución de los deseos personales (la represión siempre ha sido uno de los motores de su cine); cómo el azar (y no la necesidad) es la verdadera estructura de la realidad (de ahí su gusto por la libre asociación de ideas en sus guiones); además de escribir un nuevo capítulo en su ya épica lucha en contra de las instituciones y los valores establecidos (considerando precisamente a los gobiernos, la religión o la educación como fuente de la represión y posterior frustración). Un merecido Oscar a la mejor película extranjera en el que también podemos apreciar una sensibilidad cromática y visual que casi emparentaba la última etapa de Buñuel con el ‘pop art’ de la época.
– Para cualquiera que quiera acercarse al surrealismo en el cine sin meter hasta la cabeza.
– Imprescindible para amantes de la crítica social inteligente y desconcertante.
FOTO DE RODAJE
Luis Buñuel, Delphine Seyrig & Fernando Rey en el set de “El discreto encanto de la burguesía”.
FOTOGRAMA
Una de las oníricas escenas de ‘El discreto encanto de la burguesía’.
ART WORK
Franciszek Starowieyski – Poster polaco de ‘El discreto encanto de la burguesía’