En su sexto largometraje, el maestro de la animación Hayao Miyazaki volvió a convertir sus pasión por la aeronáutica, las aventuras clásicas y la fantasía en una obra maestra del cine. Aunque no tan recordada como “La princesa Mononoke” (1997) o “El viaje de Chihiro” (2001), “Porco Rosso” sabe mezclar con coherencia la comedia más alocada (esos piratas del aire secuestrando a una horda de niñas), el romance imposible (al más puro estilo de “Casablanca”), las secuencias de acción y la fantasía (los personajes se mueven en un escenario emparentado con el periodo de entre guerras, pero todo afectado por una atmósfera imaginativa y fantasiosa); logrando un bienintencionado homenaje al cine clásico filtrado por el bizarro prisma del anime y `por las maneras dinámicas y emocionantes del cine de Miyazaki.
Afectado por una ,maldición que lo ha convertido en cerdo, Porco Rosso es un piloto de hidroavión que se dedica a evitar que los piratas aéreos del Adriático lleven a cabo sus planes. Cuando los piratas contratan a un creído piloto americano, Donald Curtis, para que acabe con Porco Rosso, este se ve obligado a viajar a Milán para arreglar su avión. Allí tendrá que cargar con la joven Fio, quien a pesar de tener 17 años es toda una experta mecánica. Porco volverá con Fio al Adriático para dar su merecido a Donald y a los piratas.
Hayao Miyazaki, perfila perfectamente a los personajes y desarrolla, junto a la sólida trama, un mensaje pacifista (el film coincidió con la Guerra de los Balcanes) adornado por bellísimos paisajes, espectaculares secuencias de persecuciones aéreas y toda una serie de guiños históricos (inunda el film de referencias a la I Guerra Mundial) y culturales (el film se puede leer como una versión de esos film de intrépidos aviadores que Howard Hughes produjo en los años 30).