Tras triunfar en prestigiosos festivales como Venecia o Fantasporto con la perturbadora, violenta y filosófica “La Isla” (2000), el director coreano Kim Ki-duk encadenó una serie de estupendos largometrajes (“Domicilio desconocido”, 2001, o “Samaritan Girl”, 2004) en los que profundizaba en conceptos tan complejos como la relación con la naturaleza, la incompresión social, la religión, la culpa, la expiación o las relaciones sentimentales. Dos de ellos se pueden considerar auténticas obras maestras: el drama poético-iniciático-naturalista “Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera”, 2003, y “Hierro 3”, un recorrido plagado de simbolismos por algunos de los recodos más oscuros de la sociedad y la mente (la violencia de género, la soledad, la corrupción, la marginación o el sufrimiento) que recogió premios en San Sebastián, Valladolid o Venecia y avivó la popularidad que el cine oriental estaba teniendo gracias a directores como Wong Kar-wai, Takashi Miike o su compatriota Park Chan-wook.
Tae-suk (Hyun-kyoon Lee) es un joven que se dedica a vivir en casas en las que sus dueños están de viaje, coloca publicidad de restaurantes en los picaportes y si al pasar los dñías no los han recogido sabe que no hay nadie. Llega cuando no están, no roba ni destroza nada (incluso arregla algunas cosas) y desaparece antes de que vuelvan. Un día Tae-suk entra en la casa de Sun-hwa (Seung-yeon Lee), un ama de casa maltratada que vive recluida; ambos se sentirán atraídos.
Kim Ki-duk compone un impecable cuadro cinematográfico a base de silencios y miradas, casi prescindiendo de los diálogos para contar esta bella historia de amor (aunque hay drama, hay crimen e incluso un hueco para el humor) entre inadaptados; una combinación perfecta de imagen y concepto que no ha podido superar en sus films posteriores (auqnue tiene obras muy recomendables como “Time”, 2006, o “Pieta”, 2012).