Después de demostrar que podía conseguir un gran éxito con un presupuesto ínfimo gracias al clásico “La mujer pantera” (1942), el director francés afincado en EE.UU. Jacques Tourneur volvió a recibir un encargo del legendario productor de serie B de los años 40 Val Lewton (“El ladrón de cuerpos”, 1945, de Robert Wise, o “El hombre leopardo”, 1943, tambien de Tourneur) para ponerse al frente de un proyecto de terror exótico basado lejanamente en ‘Jane Eyre’ de Charlotte Brontë, pero con el vudú haitiano y la magia negra como motores del film. La elegancia formal y el ingenio narrativo de Jacques Tourneur (que atacaba la falta de dinero con una sugerente puesta en escena) hizo que el delirante argumento que explotaba la contraposición entre el racionalismo y la superstición, entre el mundo natural y el sobrenatural (creando una ambiguedad nunca resuelta que da complejidad al film) resultase terrorífico y cercano, sencillo y tétrico.
Betsy Connell (Frances Dee) es una enfermera que viaja a la isla caribeña de San Sebastián para cuidar a la esposa enferma del propietario de una plantación azucarera llamado Paul Holland (Tom Conway). Pero la mujer no parece tener una enfermedad que Betsy pueda identificar, más bien parece que se encuentra en una especie de coma. Pronto, Betsy descubrirá que en realidad es un zombie.
Así como en una superproducción cargada de efectos especiales y grandes pretensiones es difícil apreciar el uso del lenguaje cinematográfico; en films como “Yo anduve con un zombie” (así como en “Retorno al pasado”, 1947, o “La noche del demonio”, 1957) se puede ver como la maestría de Tourneur para contar historias en imágenes desprende seriedad pero humildad, introduciéndonos en esos sofocantes escenarios caribeños en los que las fantásticas maldiciones locales atormentan a los terratenientes explotadores; y combinando perfectamente el, tan de moda en la época, melodrama romántico con el cine de terror más sutil y lírico.