En su largo exilio en EE.UU., el director de “Metrópolis” (1927) Fritz Lang se convirtió en uno de los grandes artesanos del cine de género hollywoodiense. Dirigió magníficos westerns (“Encubridora”, 1952), films de aventuras (“Los contrabandistas de Moonfleet”, 1955) y, sobre todo, una serie de magistrales ejemplos de cine negro como “La mujer del cuadro” (1944), “Los sobornados” (1953) o “Perversidad”, en la que fusiona a la perfección el melodrama clásico con el cine negro en un despiadado ejercicio de crueldad intensificado por la expresionista iluminación de Milton R. Krasner. Fritz Lang no se limita a rodar un ejemplar film criminal, con una de las más impresionantes ‘femme fatale’ de la historia del cine, sino que introduce suficientes elementos de su propia cosecha (crítica social, reflexión moral, … lo que hacía que no siempre fuese un ‘sospechoso haboitual’), como para convertirlo en una pieza clave de su filmografía y del cine en general.
Christopher Cross (Edward G. Robinson) es un cajero de banco, casado y pintor aficionado, que un día se enamora de Kitty (Joan Bennett). Kitty y su novio (Dan Duryea) manipulan a Christopher para que robe en el banco donde trabaja. Lo que lo llevará a los abismos más profundos de la humillación.
Aunque Jean Renoir ya había llevado la obra de Georges de La Fouchardière al cine en 1931 (“La Golfa”) con excelentes resultados, el film de Fritz Lang lo supera gracias a su inscripción dentro del género negro, un género con historia propia en el que los perdedores y desgraciados son castigados por su bondad por individuos amorales y depravados (a menudo con fatídicos y ondulantes cuerpos de mujer). El uso de la cámara del gran director alemán, las impresionantes interpretaciones y el pérfido guión de Dudley Nichols (polifacético guionista de la era dorada de Hollywood) son suficientes razones para ver “Perversidad”, pero no las únicas.