17 años después de “El declive del imperio americano”, el realizador canadiense Denys Arcand (“Jésus de Montréal”, 1989, o “La edad de la ignorancia”, 2007) recupera a los personajes de aquella comedia intelectual, plagada de diálogos y situaciones que ponían en tela de juicio la moral burguesa; logrando superarse a sí mismo con esta comedia humana, satírica e irónica que vuelve a mirar (criticar) con frescura e ingenio su generación (20 años más viejos pero con las mismas debilidades y miserias. Filosofía, política, sexo, cultura, son de nuevo algunos de los temas que Arcand pone en boca de sus bien perfilados personajes, convirtiendo una premísa trágica en un divertida y sesuda comedia acerca de la vida moderna, sus tabús y sus alegrías; repleta de comentarios punzantes y contraculturales perfectamente encajados en una trama tan emocionante como entretenida, de esas que te hacen reir y pensar.
Ese grupo de amigos de clase media-alta que en la primera película se reunían para comer y hablar , en esta ocasión se reunen alrededor de la cama de hospital. Rémy (un estupendo Rémy Girard), uno de ellos, tiene cáncer y le queda poco de vida. Pero para despedirse en paz, Rémy hace una escandalosa petición a su hijo Sébastien (Stéphane Rousseau).
Arcand nos habla de como con el paso del tiempo vamos abandonando nuestros ideales (centrándose en sus contemporáneos, esos que vivieron con entusiasmo el mayo francés) y como los hijos a menudo no siguen el camino que les gustaría a sus padres; y lo hace sustentando su discurso en un difícil equilibrio entre temas controvertidos e incómodos (como las drogas o la muerte) y una actitud libertina, burlesca y vitalista que evita moralejas más allá de ‘disfruta mientras puedas’. Arcand siente cariño por sus personajes, pero no tiene piedad a la hora de mostrar a través de ellos la decadencia de la sociedad moderna, en la que conviven esos viejos que vendieron sus ideales por un buen sofá y una casa con jardín con los jóvenes que huyendo de los errores de sus padres para caer en las garras de la podrida sociedad de consumo.