Sin lugar a dudas, “Fando y Lis” es una de esas películas que se te quedan marcadas en la retina, da igual que la veas como una obra maestra o como el bodrio mas grande jamás rodado (no creo que en esta película haya un término medio), pero estoy seguro de que a nadie le ha dejado indiferente. Jodorowsky, junto con el autor de la obra de teatro en la que se basa la película, Fernando Arrabal, nos cuentan la historia de Fando y su novia paralítica Lis, que van en busca de una ciudad paradisíaca llamada Tar.

Llena de simbolismos, de abstracción y de subrealismo, nos va explicando el interior de estos personajes, todo el dolor que sufren, la relación odio y amor que mantienen entre los dos y la relación que tienen con lo que les rodea. Escenas como la del músico tocando el piano que esta prendido en llamas, la presentación de Lis, demostrando la inocencia y la pasión que tiene, hechada en su cama y rodeadada de muñecas, comiéndose una flor mientras el ratoncillo pasa por su lado, o la presentación de Fando tirando sus muñecos, como si de un niño pequeño se tratase, son imágenes que se me han quedado en la mente, imagenes que no hay que entender, sólo disfrutar.

Durante toda la película se puede apreciar esa admiración que tiene Jodorowsky por otros directores tales como Buñuel (la escena de los hombres en la playa parece sacada de “La edad de oro” ) o Bergman (todo el aspecto psicológico de la película es el que esta presente en su cine, aunque algo menos subrealista), sin olvidarnos de su influencia con los cómics (como en la escena en la que Fando deja sola a Lis dentro de la mina, o la agonía de la madre antes de morir). Parece que no pasan los años ni por esta película de culto ni por su director Alejandro Jodorowsky.

Así que si lo que quereis ver es una película para pensar, disfrutar, y luego contarla y que no te entienda nadie, Fando y Lis es vuestro filme. Ale, a disfrutar agusto con las películas de Jodorowsky.