Se han reestrenado en España (y digo España asqueado, ya que en realidad los reestrenos sólo se llevan a acabo en Madrid, Barcelona y alguna que otra capital más, entre las que siempre se excluye la mía) dos de los mejores films (y cual no es bueno) de Jacques Tati: “Las vacaciones de M. Hulot” (película en la que apareció por primera vez este elásticamente torpe señorito anglo-francés) y “Mi tio” (en la que los gags visuales ya habían cuajado en un compendio compacto con clara vocación de clásico). Así, nunca es tarde para hablar un rato del señor Tati. Apenas seis películas (la última de ellas, “Zafarrancho en el circo” 1973, rodada en video nos demuestra sus ansias innovadoras) componen la filmografía de este Buster Keaton de la posguerra francesa, del realismo humorístico, del protocine arquitectónico. Su primera película (“Día de fiesta”, 1949) supuso su primer puñetazo en la cara, aunque es un clásico del cine, en su momento no encontró distribuidor y luego sufrió el fracaso de la emulsión en color (y decidió pintar a mano los fotogramas uno por uno), ya se veía esa minuciosa construcción de los gags y esa viva poesía que surgía de cualquier lado. “Las vacaciones de M. Hulot” (1953) supuso un soplo de aire fresco tras los problemas de su ópera prima, de éxito internacional, infinitud de catástrofes visuales a la medida de la alta figura de Hulot. “Mi tio” (1958) fue la cumbre comercial de Jacques Tati (tras ésta nada volvería a ser igual), los meticulosos gestos y los sonidos justos dejaban asomarse ya ese interés del cineasta francés por el futuro y lo que con él nos caerá. Con, su obra maestra, “Playtime” (1967), Jacques Tati terminó en la ruina (construyó una ciudad más digna que la suntuosa Babilonia del petardo de Griffith) tras más de tres años de rodaje. A pesar (o, tal vez, por eso mismo) de que era una película que se avanzaba al futuro por su forma única de hacer humor inteligente y su concepto arquitectónico, supuso la ecatombe de Tati. Después de “Playtime”, Tati se despidió del celuloide con “Tráfico” (1971), la cual no tuvo excesiva trascendencia, y más por sus honrosas precedentes, pero que cuenta con momentos del mejor Tati.
Lo único que quiero es que cada vez que os riais con Eddie Murphy, Rob Schneider, Martin Lawrence o Jim Carey miréis dentro de vosotros mismos y penséis: “me estoy riendo de una gilipillez, ¿habrá algún cine de evasión que pueda ser a la vez tremendamente divertido y no convierta mi cerebro en una baba que se me resvala por entre los dedos de mi mano entreabierta?”. Contesta tu mismo.