El tema puede surgir en cualquier sitio o momento: en la barra de un sucio y oscuro local de alterne, en las páginas de una revista especializada de poca tirada, en el hall de un edificio de apartamentos donde se ha cometido un crimen, en el descanso de una presuntuosa performance callejera, en un patio de colegio plagado de alienados prepúberes, en una cena de negocios entre magnates de la industria cultural, en los aseos de un crucero rumbo a algún paraíso sexual o en la cola de una corrupta delegación del gobierno. ¿Por qué es mejor película “Ciudadano Kane” que “Los Cazafantasmas”? ¿Por qué las consideradas por la crítica las mejores películas de la historia suelen ser aburridas y elitistas? ¿Por qué “El Guerrero Americano V” es una mala película? ¿Por qué se desprecian géneros como la comedia o la ciencia-ficción a favor de los dramas existenciales y el cine social? Las preguntas se amontonan unas sobre otras inútilmente, ya que solo hay un dilema, solo una verdadera pregunta: ¿qué convierte a una película en mejor que otra?
Supongo que lo más adecuado para alguien al que incomoda la charla intrascendental de ascensor sería delimitar las distintas características que se han de tener en cuenta para medir la calidad de una película, acabar de una vez por todas con el problema y no volver a aguantar gilipolleces de nadie (es un decir, porque igual que hay gente que no está hecha para hacer cine, también hay gente que no sirve para ver películas; y tras tu aclaración de porqué un film es malo de distintas formas, siempre te puede espetar eso de ‘pues a mi me gusta’… ‘si, probablemente esa sea otra razón de que sea mala’- piensas – ‘que a ti te gusta’):
1.- La manera en que la crítica la ha tratado siempre es indicativo de la calidad de un film, suponiendo que los críticos sean personas entendidas en la materia, claro está. Una película con buena crítica asegura calidad en algunas de las dimensiones a tener en cuenta para establecer la calidad general de un film; aunque existe el peligro de que esa dimensión sea la de ‘aceptación de la crítica’, lo que crearía un ‘bucle crítico’ (o de cómo algunos críticos ‘se miran el ombligo’) que habría que saldar con un punto en contra. Los críticos parecen estar ahí para desarrollar el interminable debate entre baja y alta cultura (para mi la baja cultura es la saga “Crepúsculo” y la alta la teoría de la relatividad restringida, con lo que el debate no tiene mucho sentido), poner una línea entre lo que merece y lo que no merece la pena, aunque nunca debemos olvidar que no dejan de ser una especie de espectadores sobremotivados.
2.- El recibimiento del público también es un buen indicativo, ya sea en los cines, en el mercado doméstico o en internet. Que a mucha gente le guste una película, que los gustos personales de alguien hagan que le guste un film, significa que este ha sabido conectar o empatizar con el público, que, al fin y al cabo, es lo principal. Desde luego esto no tiene porqué suponer más nivel en las demás dimensiones (un película que sea un taquillazo puede que sea plana conceptualmente y esté rodada torpemente y mal; pero siempre será mejor que una que además de ser mala y banal sea un fracaso en taquilla, lo que significaría que además no le gusta a nadie) y de hecho parece que la crítica más ceñuda se niega a que una película que gusta a mucha gente pueda ser buena de verdad. Si hay algo que merece ser un digno elemento a tener en cuenta para considerar una película mejor que otra es que entretenga (de esta manera, la taquilla también es un indicativo de la calidad de una película, lo que es algo que pocos aceptarán dentro de la intelectualidad cinéfila).
3.- La calidad técnica también hace subir enteros a un film. Una historia burda, con actores mediocres y mensaje ausente puede convertirse en todo un espectáculo gracias a diversos prodigios técnicos o tecnológicos. Desde luego, aquí es el dinero uno de los posibilitadores más importantes; con lo que, en cierto modo, podemos afirmar que el dinero puede convertir una película mala en menos mala… y un bodrio en algo entretenido.
4.- La calidad artística podemos llamarla también ‘belleza’. El buen uso que haga el cine de las excelencias de otros artes mediante la composición de planos, los colores utilizados, las formas, las proporciones o la soltura en una narración pueden elevar la categoría de una película, aunque si se queda solo en esto se convertirá en una simple ‘cara bonita’ sin nada interesante que decir.
5.- El contenido conceptual (su profundidad o interés) es una dimensión muy importante (de hecho a veces se elevan al estatus de obra maestra films que básicamente son solo concepto). Aunque suele creerse que solo el ‘cine intelectual’ o de ‘arte y ensayo’ aprovecha las posibilidades de un buen concepto, lo cierto es que directores actuales como Christopher Nolan o Darren Aronofsky demuestran hoy día que se puede hacer cine de evasión con mensaje (ya sea carga filosófica, social-reivindicativa, crítica, poética o metalingüística).
6.- El grado de academicismo o adscripción a las reglas de la disciplina (del cine) en la que se mueve. Como medio artístico, el cine tiene sus reglas, hay cosas que ‘se pueden’ y otras que ‘no se pueden’ hacer. Algunas son básicas para considerar una serie de imágenes en movimiento cine y otras pueden ser particulares de una corriente, un género o unas intenciones. El ‘Cine Académico’, aunque sea sólido narrativa, visual y técnicamente, carece de la audacia de cierto cine que, consciente o inconsciente, se sale de los cánones y las normas de cómo se hace cine. Así, la transgresión de las reglas cinematográficas también puede convertirse en un factor a favor.
7.- El componente de originalidad-novedad, aunque el más relativo de todos, sería una pieza clave para interpretar la calidad de una película. No encontraremos ninguna obra maestra que no esgrima alguna clase de novedad con respecto a sus precedentes, ya sea en el apartado técnico, artístico, conceptual o académico (hay películas que cambian las reglas); la primera película que sorprendió al público con un giro de guión en los últimos minutos o la primera obra independiente que puso de acuerdo a la crítica sobre su excelencia siempre tendrán un hueco entre el buen cine por pioneras, por ingenio, por crear escuela.
Estas siete dimensiones se entremezclan en una matriz en la que el buen cine de evasión, como una de las más dignas formas de hacer arte a pesar de que los sectarios y elitistas cultócratas intenten desprestigiarlo, se codea con la reflexiones más filosóficas sobre la mente humana; donde los desmelenados y vintage ejercicios de erotismo de Russ Meyer compiten con el cine de Tarkovski o Dreyer por el favor del público; donde la serie B más casposa se enfrenta al cine experimental, carne de festival (por cierto, ¿por qué hay tan poco sentido de humor en los festivales de cine?, supongo que por el desprestigio de un género tan popular como la comedia). Solo queda decir que hagáis la prueba, coged una película, os guste o no y medidla con estas siete variables. No digo que vuestros gustos se guíen por esto, pero si que podréis hablar con propiedad sobre lo bueno o malo que es un film… y podréis perder el miedo a que os gusten películas ‘malas’.
EPÍLOGO: Qué sorpresa cuando confeccionando una lista de las 500 mejores películas de la historia según estas variables y me doy cuenta de que no entran en ella algunas de mis películas preferidas (ni “El Club de los Cinco”, ni ninguna de Jim Jarmusch, Todd Solondz o Gregg Araki). ¿Qué pasa? Pues nada, simplemente que todas no pueden ser “El Padrino”, aunque francamente yo prefiero ver “Los Goonies”.