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Remata Quentin Tarantino su homenaje magno de una manera cuanto menos sorprendente. Me sorprende volviendo por sus fueros en lo que pensaba que sería la culminación apoteósica del Vol. 1. Vuelve a esa cotidianidad dialógica que ha marcado al cine desde “Reservoir Dogs” y a una estilización de la violencia más cruda y sin matices (la extrema limpieza del Vol. 1 se enturbia aquí por el polvo del desierto).

Quentin Tarantino estaba dispuesto a rendir homenaje a sus dos géneros favoritos (el cine de artes marciales y el spaghetti western) y, si la primera parte rezumaba por todos sus poros sake y ojos rasgados, este Vol. 2 se decanta más por los áridos paisajes del western, por las polvorientas carreteras de la América profunda (aunque aún queda un pasaje eminentemente oriental en el que se cuenta el adiestramiento de Uma Thurman por parte de un viejete algo agrio experto en artes marciales) y por esas melodias a lo Sergio Leone que ya nos deleitaban en la primera parte (y es que el western y el cine de artes marciales siempre ha estado emparentado, recordemos “Los siete magníficos” o “Por un puñado de dólares” y sus precedentes “Los siete samurais” y “Yojimbo”).

En el apartado interpretativo vuelve a brillar Uma Thurman con un trabajo más psíquico, dejando de lado (todo lo que se puede en una película de esta índole) las piruetas a lo Burt Lancaster, en beneficio de una mayor profundidad para su personaje. Por fin vemos a David Carradine en el papel de Bill, tópico como su papel, y de ahí que encaje perfectamente, no creo que lo veamos próximamente protagonizando superproducciones a lo John Travolta. Excelentemente rudos (cada uno a su manera), Michael Madsen (con un personaje autoconsciente de su error pero que aún piensa poder llevarlo hasta extremos más radicales) como desencadenante de unas de las más agobiantementes conseguidas escenas del cine de los últimos años; y Daryl Hannah en su rol de celosa fetichista de las katanas de Hattori Hanzo cuyo duelo con Uma Thurman (de la que llegamos a oir su verdadero nombre, ¿alguien me puede explicar cuál es el mensaje de este recurso?) es uno de los puntos culminantes del film. En un pequeño papel, y con una sola linea de diálogo, nos encontramos a Samuel L.Jackson, cumpliendo con su cita de aparecer en las películas de su amigo Tarantino (peluca y al set).

Técnicamente, Tarantino se ha liado la manta a la cabeza, ha decido experimentar y, si el Vol. 1 ya emanaba radicalidad estética, en esta parte podemos ver las escenas de la boda de la “novia ensangrentada” en un sobreexpuesto blanquiazul que oscila a tonos grisáceos y rojizos según el momento del reencuentro entre Bill y su chica preferida (Robert Richardson utiliza la cámara digital, supongo que guiado por el propio Tarantino, para describir una escena que nos anuncia que derroteros va a tomar el film), algunas escenas de oscuridad absoluta y un par de nuevos descubrimientos rociados por los coloristas tonos que ya vimos en el Vol. 1. El guión nos sumerge en el mismo ambiente de honor y venganza de la primera parte, pero esta vez vemos mejor la mano de Tarantino (y no la de Wang Yu o Sergio Leone) en sus obsesiones habituales (veasé comic, veasé música).

En definitiva, un festival más Tarantiniano que nunca, lo que el Vol. 1 hubiese sido si hubiese sido una película de Tarantino (y no una película de muchos hecha por Tarantino), este es el verdadero homenaje, lo que distingue el guiño del plagio. Tarantino nos vuelve a demostrar que mientras siga existiendo la serie B él seguirá pegado al televisor. No os perdaís la película del verano (y haber como os deja su atípico final).

 

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