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Verdaderamente cuando tenia 13 años me gustaban las chicas de mi edad, estaban mas crecidas que yo, y me encantaba mirarlas, sus pechos, sus piernas, un hombro descubierto, las costuras del sujetador, las veia tan lejanas como las tierras que visitaba el tío Matt Fraggle, ellas preferían ir detrás de chicos mas mayores, con la cara inyectada en acné, sus vespinos y sus manos larguísimas, a veces miraba como se besaban en el parque, y la envidia me corroía al ver como recorrían con sus manos de adolescentes hasta los mas recónditos rincones de la anatomía de las niñas de mi clase. Cuando trasegaba en torno a la mayoría de edad ya podía rodearme de jóvenes de 14 y 15 años y ponerme en la piel de esos bastardos a los que envidié antaño. Hoy día (temiendo los 30) no se me avergüenzo de afirmar que aun me gustan las chicas de 14, 15 o 16 años, joder si son guapas me gustan, me atraen sexualmente y pienso que hay mucha hipocresía sobre el tema ( la hipocresía, de hecho, es el paradigma de comportamiento mundial ).

Y, precisamente, sobre esa fascinación que todos sentimos por la inocencia y por la belleza en estado puro cimentó Vladimir Nabokov su novela “Lolita”, y, por supuesto, Stanley Kubrick hizo lo propio con la adaptación al cine (que conto con Nabokov en el guion, por cierto). La historia de amor entre Humbert y Lolita, es la historia de amor no correspondido mas enfermiza del siglo XX. Hasta el gilipollas mas conservador podría aceptar el amor entre un príncipe y una plebeya (sin comentarios), hasta el cura de mi pueblo acepta que se puedan querer dos personas del mismo sexo, pero poca gente habla con naturalidad sobre el hecho de una relación entre una niña y alguien que sobrepasa los 40 (por ejemplo). La opción de Kubrick (y, si, de Nabokov), desde luego, no era la mas facilona, el papel de Lolita no es un papel de niña al uso, Lolita, es la niña (y lo es mas en el libro, donde tiene un par de años menos) consciente de la lujuria que provoca en los hombres, la mimada que comienza a darse cuenta de que por medio del sexo puede tener todo lo que quiera, puede humillar, vejar o convertir a Humbert Humbert en un patético pelele (mmm, miren la cara de James Mason en la escena del huevo frito) a su servicio, que con un beso en la boca, o dejarse tocar la entrepierna todo se habra calmado.

Hay dos personajes decisivos en el film, dos hombres que comparten la misma pasión, pero que han decidido afrontarla de distintas maneras. Peter Sellers es el histriónico que no tiene pelos en la lengua, que va y viene en busca de gozo, James Mason es su antítesis, es el inglés reprimido cuasiprototípico (también genial su encuentro). Ellos representarían las dos maneras erróneas de afrontar esa pasión que nace en la infancia y que nos acompaña toda la vida, ambos se dejan llevar por ella por unos derroteros violentos ( en el caso de Humbert, su dependencia crece, los celos y la paranoia, y en el caso de Quilty también existe violencia, aunque Kubrick se aleja acertadamente de juicios de valor excesivamente moralistas ).

Desde luego, pienso que todos entendemos a Humbert o a Quinty, pero como de tantas otras cosas nos da miedo de hablar de ellos, miedo al reproche de los demás miembros de tu comunidad, los cuales también esconden las mismas dudas, miedos y llantos. Que veas a una jovencita por la calle y vuelvas a pensar en el sexo fresco e ingenuo hasta tener una erección no quiere decir que seas un violador, no quiere decir que seas un pervertido, no quiere decir que debas ir a confesarte ante Dios, nada mas quiere decir que te has excitado. Me parece que teniendo la cabeza sobre los hombros, sabiendo cuales son tus limites, y siendo un poco mas sinceros de lo que somos, podríamos ver “Lolita” simplemente como la historia de un tipo con problemas emocionales que se enamora de una niña. Me marcho, que ha salido el sol, los tirantes y las faldas cortas.

 

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