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La película en cuestión: la adaptación cinematográfica que, del cómic de Frank Miller, ha hecho Zack Snyder (el director del remake que se hizo hace unos años del “Amanecer de los muertos” de George A. Romero, con zombies saltando y corriendo en vez de arrastrar los pies y gemir mientras tratan de alcanzar algún trozo de cerebro fresco). Lo que cuenta: como Leónidas y sus 300 soldados espartanos, en inferioridad numérica, se enfrentaron a las tropas persas, lideradas por Jerjes, que intentaban controlar la península del Peloponeso. Mi intención: pasar un rato divagando sobre la relatividad de la historia y de las historias. Mi camino: el de la pura asociación de ideas y la autoironía.

Rudolph Maté (gran director de género como demostró con la excelente muestra de cine negro “Con las horas contadas”, 1950 o el clásico de la ciencia-ficción “Cuando los mundos chocan”, 1951) ya convirtió a Leónidas y los suyos en héroes al más puro estilo griego (“El león de Esparta”, 1962, Leónidas era Richard Egan, el protagonista de aquella demencial “Masacre en Amsterdam” de Robert Clouse, con Leslie Nielsen y Robert Mitchum), los auténticos representantes de la divinidad en la tierra, hombres de pureza y honor fuera de toda duda. Y el relato que Frank Miller hace en “300” (ya que Zack Snyder asegura ser totalmente fiel al cómic) no es ajeno a esto, aunque en clave más pagana, también quiere narrar una historia épica, de esas más grandes que la vida misma, donde el valor, la entereza y el sacrificio se conviertan en motores de la empatía y la emoción del público. Pero además suelen ser los personajes de Frank Miller (autor de “Sin City”, “Batman. Año Uno” o inspirador del “Robocop” de Paul Verhoeven) personalidades complejas, reales, pero enmarcados en mundos de ficción, las Termópilas no son Hollywood, y ni Gerard Butler (Leónidas, al que vimos en “El fantasma de la ópera”, 2004) es Brad Pitt, ni Rodrigo Santoro (Jerjes, el Paulo de la serie “Lost”) es Russell Crowe, lo que es de agradecer.

Tenemos a los Persas, resulta fácil relacionarlos con nuestro más reciente archienemigo: el mundo árabe (estamos en guerra con ellos ¿no?, eso me ha parecido entender en la tele); y por otro lado tenemos a los griegos, fundadores de occidente tal y como lo conocemos y bla, bla, bla. Con estas premisas a Hollywood (que, después de todo es quien nos presenta la historia) le resultaría fácil perpetrar otro de sus ejercicios de exaltación patria del racismo y la xenofóbia. Y si escarbamos más en la historia veremos que los espartanos eran un pueblo que basaba su educación en la guerra y el honor (no es difícil pensar en que lo que fomentan los gobiernos modernos no está muy lejos de esto), se dice que las madres les decían a sus hijos cuando iban a combatir que volviesen con sus escudos o sobre ellos (osea, muertos). Los espartanos arrojaban a los niños que nacían con algún defecto a fosos comunes, una especie de selección artificial que recuerda al nazismo y regímenes de similar índole.

Sería relativamente fácil hacer oscilar el heroísmo de un lado a otro del paso de las Termópilas, Jerjes sólo quería lo que consideraba suyo, recuperar tierras que habían pertenecido a sus antepasados, y Leónidas no era más que uno de esos decadentes griegos, rey, con todo lo que podía necesitar, esclavos, jóvenes atletas a su servicio, todo el tiempo libre del mundo y que se figuraba el rey del mundo. En Atenas (otro hervidero de corrupción y decadencia) los ociosos ricachones idearon la filosofía para no aburrirse, el terco de Leónidas prefirió lanzarse a una batalla imposible de ganar por puro capricho, utilizando a 300 hombres inocentes como si sus vidas le perteneciesen. Esto no es “Troya”, ni “Gladiator”, las Termópilas de Snyder y Miller no intentan ser fieles a la realidad (todos los escenarios están creados por ordenador y añadidos posteriormente al rodaje) y, a pesar de ello, sus personajes tienen más interés, sin ser tan héroes, ni tan antihéroes, ni tan villanos, siendo sólo hombres enfrentados a la muerte.

La historia depende del desalmado que se atreve a contarla, nunca existe un solo punto de vista, guerreros perdiendo sus vidas empalados en lanzas, y héroes indelebles pueden ser dos mejillas de la misma cara, los espartanos tratan de demostras que no siempre es malo que te den una patada en el culo, si ésta ha merecido la pena, pues vaya. Me pregunto que querré decir en realidad con todo esto.

 

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