Cuando era pequeño, siempre soñaba con ser un famoso director de cine, un escritor admirado, que viviría en una estupenda casa y podría dedicar mi tiempo a las cosas que siempre me han apasionado. Con el tiempo los anhelos de la infancia se van desmoronando poco a poco, aunque, ciertamente, no para todo el mundo.
Entiendo porqué Peter Jackson ha rodado “King Kong”, jamás justificaría un gasto tal de dinero (y no hablemos de la multicitada trilogía), pero entiendo que Peter Jackson ha conseguido ascender através de sus ansias hasta conquistar su sueño, ha cerrado el círculo que se abrió cuando viendo a King Kong siendo un chavalín deseó llegar a dirigir películas como esa. Así, a pesar de que “King Kong” sea una película obviamente prescindible en el panorama actual, y a pesar de que Peter Jackson tenga que estar hasta los huevos de rodar mastodónticas superproducciones (nadie me va a convencer de que Jackson no recuerda el rodaje de “Meet the feebles” y se enternece), entiendo que quisiera llegar a la cima de sus aspiraciones (tampoco cabe duda que ya tendrá unas nuevas) en un último tour de force que lo habrá dejado exhausto.
Entiendo, pero me pregunto como será la vida de alguien que lo ha conseguido todo, desde mis dudas y mi miedo-admiración hacia el mundo no puedo ver claro, me paso las manos frías por la nuca y doy vueltas por la habitación. A fin de cuentas yo soy un cobarde, un acomodado en mi triste vida, como tantos otros que adornan sus tristes vidas con esterotipos falsos, que tunean sus vidas de mierda con fórmulas morales y sociales que mi mente no puede dejar entrar. Desde mi punto de vista, “King Kong” puede llegar a ser una obra clave del cine fantástico (quitando los méritos del film de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack por tratarse de una idea original, del propio Cooper, por cierto, el film de Jackson es el mejor que ha tratado el icono de King Kong) pero, para mi siempre significará la consecución de tus sueños, esos sueños inconmesurables que solo unos pocos privilegiados logran llevar a puerto.
Los sueños de un gran gorilla con respecto a la posesión y expresión de sus instintos más primarios de supervivencia, lograr sobrevivir en la jungla es difícil, y más cuando eres distinto y tu única manera de destacar es como espectáculo de feria, miro al reloj y me parece que el tiempo no avanza, y sin embargo me despierto a veces preguntándome qué he hecho con la vida que me falta. No me importan los dinosaurios, ni las impensables técnicas digitales, ni los millones de sensores por el cuerpo de Andy Serkis, ni que actores oscarizados den fuerza a personajes ya de por si reforzados por Jackson, nisiquiera que a Naomi Watts se le rompa o no la ropa (tampoco me ponía loco la Wray), ni que dure tres horas, ni que los carteles anunciadores en los cines sean más grandes que mi casa, lo que me interesa verdaderamente es ese momento, esos segundos en los que a Peter Jackson (del que hasta fui al cine a ver la subestimada “Atrapamé a esos fantasmas”) se le llenó el pecho de orgullo y no pudo más que esbozar una sonrisa, ese instante dice muchas cosas, por el merece la pena el despilfarro, no por los caretos de la Watts, ni por los sueldos de los actores, ni por tantas otras cosas, ¡qué cojones! ¿es que nunca sabes cuando terminar?