Hace ya más de un mes que no posteo en cineblog, me siento como Frankenhooker contruyendo mi mundo a base de pedazos de putas muertas, después de tantos años me siento como si ya no tuviese nada que decir sobre el cine que no haya dicho ya, como si ya hubiese utilizado todas las maneras posibles de expresar la simbiosis que siento por el medio cinematográfico, de la referencia a la metacrítica, de la implicación emocional al mini cuento histórico, convirtiendo la vida en cine y viceversa. Éste artículo debería empezar así:
‘Cuando Peter Weir decidió abordar la novela supuestamente basada en hechos reales de Joan Lindsey no fue por casualidad, aunque su film anterior fuese una pieza tan vocacionalmente bizarra como “Los coches que devoraron París” de 1974 (cargada de humor negro, con regusto a Serie Z de autor, científicos locos, accidentes de coche y esos desérticos paisajes australianos que parecen evocar un mundo distinto y una época no menos distinta). En “Picnic en Hanging Rock” encontramos el tema central de la trilogía compuesta por sus tres primeros largometrajes en solitario (a las dos anteriores hay que añadir “La última ola”, 1977), el eterno enfrentamiento entre pensamiento racional y pensamiento mágico. En manos de Peter Weir y en aquellas geografías, ese enfrentamiento suele tomar la forma del enfrentamiento más físico que se dió entre los colonos ingleses, con sus rígidas normas y su moral hipócritamente determinada, y los aborígenes australianos, cargados de causística mística y acostumbrados a una relación de simbiosis con la Naturaleza…’
A esta altura del artículo ya debería haber entrado en una lluvia de ideas sobre el conflictivo encuentro entre la naturaleza y el artificio (pero se me antoja que ya he hablado de ello), analogías entre el cine de Peter Weir y el de su compatriota George Miller, como la geografía australiana implica cierto de registro de temas recurrentes, como el entorno, el contexto afecta al individuo como artista, pero me parece que ya he hablado de esto también. El artículo debería continuar, según mi esquema (nunca fijado) de construcción con algo más personal que se enlazase externa o internamente con el discurso del autor del film, en este caso podría ser tal que así (enfaticemos lo personal de la siguiente parte comenzando con un “yo”, pero hagamos que no sea tan egocentrico añadiendo un “como todos”):
‘Yo, como todos, soy víctima de ese enfrentamiento entre mis instintos y las órdenes artificiales que crea la sociedad y que pretende sean tan naturales como respirar o follar. Sara (el rol de Margaret Nelson en el film) representa exactamente esa represión, la cuál tiene corporeidad castrense en la poderosa figura de Mrs. Appleyard (la veterana Rachel Roberts haciendo lo que mejor sabía hacer). Sara se enfrenta dando palos de ciego a la implacable directora que la aplasta como Hunter S. Thompson una sombrillita de cóctel. Sin embargo la enigmática Miranda (Anne-Louise Lambert), también subyugada por el poder tecnocrático decide actuar con todas las fuerzas no racionales que encierra la Naturaleza y urde un plan que hará derrumbarse todas las aspiraciones de control racional de Mrs. Appleyard.’
Ahora vendría lo más dificil, para lo que menos preparado me encuentro, ya se ha dicho mucho sobre “Picnic en Hanging Rock”, es, tal vez, la película más considerada por la crítica de Peter Weir, y sólo era su segundo largometraje, es curioso comprobar como ésto es una constante en la mayor parte de los directores, los normales, no los sobrehumanos (como Hitchcock, Huston, Rohmer u Oliveira), cómo sus obras de juventud superan a las de madurez, y eso me hace pensar en mi mismo y en como pasa el tiempo a mi alrededor sin que yo lo note. Mi conclusión final sería una especie de arenga a la libertad individual, lo que me parece de lo más manido, pero que no puedo evitar debido a mi crecimiento juvenil amparado por jóvenes radicales de acné turgente y manifestantes de tapas y cañas (como dice ese tipo tan afectado y teatral, y lo digo como un cumplido):
‘Salir de este mundo sabiéndote ganador, habiendo podido respetar tus principios con serenidad y dignidad, habiendo restregado a tus enemigos que su opción, por vejatoria e inhumana, era incorrecta. Así es como Miranda y las otras deciden arrojarse a esa puerta dimensional de fuerza mística y forma fálica (forma fálica desde fuera pero Hanging Rock estaba plagada de grietas estrechas, oscuras y húmedas en todo su recorrido, osea que la forma vaginal también está muy presente). Se quitan los corsés (símbolo mundial de la opresión) y las medias, dejan fluir su sexualidad como no se haría hasta casi los años 60 y se convierten en pájaros que ya no tienen que dar razones a nadie.’
Así podría perfectamente ser, me siento muy apegado a esta manera de ver el cine, a esta manera de sentirlo, no sé si sólo soy un gandul o si también tengo ciert criterio aceptable, francamente, no me importa. Me gusta escribir aquí, y lo seguiré haciendo, también me seguiré poniendo en duda, porque no puedo verme de otra forma, porque no puedo entender la vida sin sin el cine y sin mi mismo.