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Desde que a Méliès, allá por 1900, se le ocurriese poner al servicio del cine toda su parafernalia de mago ambulante (cuentan que la cámara se le atascó y estuvo un rato sin grabar, luego, al montar todo el celuloide junto vio como desaparecían personas y vehículos para aparecer otros), hasta los métodos de captura de movimientos reales para luego estamparlos en algún personaje de animación infográfica, han pasado muchos años. Desde que los Lumiere, en aquella proyección primigenia, convirtieran la llegada del tren (y al cine en general) en una suerte de efectos especiales de la vida, hasta encontrarnos con vástagos de la calaña de “300” o “Matrix”, en las que los efectos son fundamentos ontológicos, han pasado otros tantos. Hoy día cada película de gran presupuesto intenta ponerse un paso por delante de la anterior con respecto a avances técnicos, normalmente éstos se miden por medio del dinero que se ha gastado la productora en ellos, en una carrera de gastos inecesarios que no nos asegura un verdadero progreso. ¿Nos pueden sorprender más en cuanto a batallas colosales, saltos acrobáticos, escenarios de ensueño o personajes de otros mundos o tiempos?

“Spider-Man 3” se enmarca en toda esta vorágine de superación sin sentido de los presupuestos vertidos en las anteriores muestras de efectos especiales. Siempre te prometen que será más trepidante, más abrumadora, más emocionante, más y más, cuando lo cierto es que es otra vez lo mismo, a la gente normal como yo nos basta con que nos cuenten una historia distinta cada vez, y no siempre la misma pero con pretendidas mejoras técnicas. El bueno de Peter Parker (la personalidad secreta de Spider-Man) ha de enfrentarse esta vez con Sandman (el hombre de arena interpretado por Thomas Haden Church, el compañero de Paul Giamatti en “Entre Copas”), pero también está Harry Osborne, amigo de Peter e hijo del Duende Verde, al que Spider-Man mató en la primera entrega, el cual no parece abandonar sus ansias de venganza, y decide recuperar al Duende con los artefactos de papá. Y aún parece haber un tercer villano en juego, esta tercera parte de las aventuras del más famoso trepamuros se vertebran por medio de la obtención, por parte de Peter Parker, de un nuevo traje de Hombre Araña, un traje negro que se ha formado a partir de una extraña sustancia extraterrestre, esta sustancia es la que transforma a un simple joven (Topher Grace, protagonista de la serie “Aquellos maravillosos 70”) en todo un supervillano: Venom, una especie de antítesis demoníaca del nuevo Spider-Man.

Ya hace 105 años que Georges Méliès (casi 600 cortometrajes entre 1896 y 1914) dirigió “Viaje a la luna”, todo un prodigio de efectos teatrales y primitivos efectos de cámara. Después vendría “King Kong” (1933), donde convirtieron el stop-motion (la animación fotograma por fotograma) en todo un adalid del género fantástico, técnica magnificada por Ray Harryhausen, responsable de los efectos especiales de un sinfín de films de ciencia-ficción y fantasía, entre los que podemos destacar “Jasón y los Argonautas” (1963) con esos esqueletos homenajeados hasta la saciedad. Había llegado el color en los años 30 y antes de que éstos se cerrasen se estrenó “El Mago de Oz” (1939) donde Dorothy y Toto nos llevaron a los efectos especiales en Technicolor, todo un recital de maquillajes, maquetas y demás efectos. Y cuando el color no bastaba vino la fusión de personajes reales con personajes animados, desde Gene Kelly bailando con el ratón Jerry (“Levando anclas”, 1945) hasta el clásico “Mary Poppins” (1964) o la completísima “¿Quién engañó a Roger Rabbit”? (1988). Y cuando se había rozado ya la perfección en cuestión de maquetas y engranajes o efectos de cámara (“2001: Una odisea del espacio” o “La guerra de las galaxias”) las computadoras entraron en juego, como ya había hecho con otros efectos, la Disney trató de adelantarse a su tiempo, esta vez con “Tron” (1982), donde Jeff Bridges y algunos otros se veían atrapados dentro de un ordenador, el film se ha convertido ya en clásico, y aquellos efectos informáticos también. En el siguiente paso es donde vivimos, en el mundo de “Parque Jurásico” (1993) o “Titanic” (1998), de “El Señor de los Anillos” (2001) y de este “Spider-Man 3” que nos ha servido de excusa para este recorrido que tanto tiene que ver con nuestros más íntimos sueños y anhelos.

 

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