Cuando “Bienvenido Mr. Marshall” triunfó en el festival de Cannes estallaron en el mundo entero los alaridos de un cine español que trataba de darse a conocer desde su entierro. Era como una generación (recordemos las conversaciones de Salamanca) chillando desde el interior de una caja fuerte, y ya comenzaban a agrietarse las paredes. El franquismo ya no podía sujetar el ingenio. Buñuel había tenido que huir del país, pero Berlanga, Saura o Bardem permanecían en él y su imaginería estaba poniendo en marcha una auténtica revolución. Berlanga se especializó pronto en comedias corales (que superan en muchos aspectos las del, por otra parte magnífico, Robert Altman).

Se suele considerar su cumbre en este arte a “Plácido” que abría la década de los 60 con una nominación al Oscar a la mejor película extranjera. Esta genial película, divertida, mordaz, crítica y desangelada, ya recogía a lo más granado de la actuación española (Pero no la de Fernando Rey o Carmen Sevilla), desde Jose Luis López Vazquez (su actor fetiche) hasta Antonio Ferrandis, el recientemente desaparecido Luis Ciges o el antológico (y vivo) Manuel Alexandre. Una serie de cómicos que hizo escuela y que aún oerdura en cierto modo dentro de la cinematografía española. Alejándose de las historias corales hay que destacar la estupenda “El verdugo” en la que Berlanga no sólo critica la pena de muerte (como es tópico decir), sino que arremete contra muchas facetas del gobierno (como las adquisiciones inmoviliarias, …). Recupera al imposible Pepe Isbert y consigue, tras “Plácido”, atravesar fronteras de nuevo con un humor que con el tiempo se convertiría en prototipo del humor español inteligente (no hablo de la sal gorda), sarcasmo, sátira, humor negro y crítica remozada al servicio de la razón. Y ya volveré con el tema, pues me están echando de la biblioteca donde trato de escribir esto, recordadmelo, please.