¡NO!: eso fue lo que le dijo David Lynch a George Lucas cuando éste le propuso dirigir “El retorno del Jedi” (y Jorge se buscó al fantasma de Marquand (del que hay que recuperar “El ojo de la aguja” con Donald Sutherland).
No quiso participar David Lynch en la dulce trilogía amada por todos los babosos, y fácilmente impresionables, tontáinas del universo cinematográfico. Pero, en vez de eso, Lynch se embarcó en su propia trilogía basada en los impresionantes libros del colgado de Frank Herbert. Por supuesto, el fracaso de “Dune” no alegró excesivamente a Dino de Laurentiis y lo de trilogía se quedó en agua de borrajas (pero lo que cuenta es la intención, ¿no, admiradores de Sandra Bullock?). Vemos, por primera vez, en la filmografía de Lynch al imberbe Kyle MacLachlan (o algo asá), en el papel de Paul Atreides (una especie de elegido, y los putos Wachoski triunfando), acompañado por un reparto de vértigo (tomenló como quieran) que va desde Sting (si, por suerte no se ha prodigado) a un montón de actores desaprovechados, sobrevalorados y enrarecidos como por arte de magia.
Efectos especiales made in Carlo Rambaldi (que merecen la pena) y misticismo muy afín a Lynch completan este film que todo amante de la ciencia ficción de calidad debería ver. Tal vez se note mucho que falta material, pero si no te gusta tragaté la serie de televisión hecha en los 90. Y no me extiendo más que tengo prisa, anda y que os follen (nos vemos en “Terciopelo azul”).