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Magnífico tour de force el que Alejandro González Iñarritu nos regala en “21 gramos” (tal vez le sobra un poco de trascendentalidad al tema del alma y a la parrafada final), una especie de versión ampliada y americanizada de su ópera prima: “Amores perros”. La pérdida como motor del dolor y un abanico de maneras de afrontarla tan marciano como cruel, tan duro como necesario. Nada en “21 gramos” es autocomplaciente, todos los personajes sufren, lloran, se duelen, se enfadan, golpean, estallan en furia, y, sobre todo, sienten. Individuos que parecen (como cree el personaje interpretado impecablemente, y ligeramente sobreactuado, por Benicio Del Toro, aunque es normal en un film de esta índole) movidos a su antojo por un Dios que más tiene de cabrón que disfruta con las desgracias ajenas que de Dios todomisericordioso.

La tragedia se vuelca en un accidente de tráfico que unirá las vidas de Sean Penn (con “Mistic river” y este film estamos, sin duda, ante el años más importante de Sean Penn, actoralmente hablando), Naomi Watts (quién me iba a decir a mi que esta mosquita muerta con cara de rubia sosaina no iba a regalar una interpretación tan poco comedida y tan excesiva en muchos matices, una agradable sorpresa) y Benicio del Toro (tal vez el que menos se aleja de otros papeles que ha hecho, esa mezcla de instinto animal y determinismo religioso me parece soberbia), cada uno a su manera, todos verán cambiada su vida a causa de ese accidente (recordemos que en “Amores perros” también era un accidente de tráfico el que unía las tres historias).

Pero nada de esto tendría la fuerza que tiene si no fuese por la estructura de la que goza la película. Una estructura inédita pero consecuencia lógica de films como “Memento”. Si en el film de Nolan se nos contaba una historia por retales, desde atrás hacia adelante, aquí Iñárritu lo vuelve a hacer, pero en este caso el director mexicano va mucho más allá, nunca sabemos que puede aparecer en la secuencia siguiente, los saltos de tiempo y espacio son casi aleatorios, sin seguir un esquema fácilmente identificable vamos del pasado al futuro, y del futuro al presente. En la primera media hora has de recomponer fragmentos sobre la nada y no entiendes dónde o cómo están los personajes, luego vas sustentando los trozos sobre los que tienes y pariendo la película formada en tu cabeza. Una pequeña ovación para este chicano que tiene poco de Tarantino y mucho de Kieslowski.

 

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