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Y no me refiero a Buñuel, me refiero a esa excepcional trilogía perpretada por Jose Luis Cuerda, esa trilogía compuesta por “El bosque animado”, “Amanece que no es poco” y “Así en el cielo como en la tierra”. Sin duda esta trilogía es uno de los monumentos del cine español que necesitan reivindicación. Más de una treintena de actores excelentes, algunos en estado de gracia (como Luis Ciges, Fernando Valverde o Gabino Diego), para tres historias distintas pero cada una de ellas preñada de humor y surrealismo a partes iguales.

“El bosque animado” era una adaptación de la parte humana del libro homónimo de Wenceslao Flores. Las peripecias de unos extraños (y a la vez normales) personajes en los aledaños de una aldea gallega y su bosque están contados con un realismo mágico humorísticamente tierno. Un Alfredo Landa (que ganó un Goya por este papel) que decide no trabajar para dedicarse al pillaje, un fantasma errante que quisiera ir a Cuba, dos solteronas de ciudad muertas de miedo, un cojo enamorado, una bruja pesetera (como todas) o la Santa Compaña y sus idas y venidas. Todo un plantel de personajes secundarios en interpretaciones memorables. Todo un canto protosurrealista a la vida en el campo, a la naturaleza y a la pureza del espíritu humano.

El siguiente film de esta trilogía rompió una lanza a favor del humor absurdo (un humor que por entonces estaba de moda gracias a los hermanos Zucker), pero un humor absurdo ibérico, un surrealismo pueblerino, toda una serie de gags que terminan cuajando con solidez en una de las películas más insólitas del cine español. “Amanece que no es poco” volvía a reunir un plantel de lujo en una película coral. Hombres que crecen de la tierra, un escritor argentino que plagia a Faulkner, un pastor negro aficionado a las estampitas nocturnas, un intelectual al que le arde el culo cuando se pone demasiado cachondo o un grupo de turistas estadounidenses en visita cultural. Ni un momento de descanso deja José Luis Cuerda al espectador, amontonando un gag tras otro (genial la reunión en que se asignan los roles del pueblo).

Con “Así en el cielo como en la tierra” Jose Luis Cuerda dio un nuevo giro, permaneciendo en los parámetros de descripción bizarra de la realidad de un pueblo de la geografía española, el director convirtió este pueblo en el mismísimo cielo, más especificamente el cielo que hay justo encima de España (en el que San Pedro es el Guardia Civil, Francisco Rabal, o Dios el alcalde, Fernando Fernán-Gómez). Aquí el surrelismo estaba más justificado y el humor absurdo podía cabalgar a rienda suelta. Un fallido apocalipsis, un Jesucristo celoso (Jesús Bonilla), una difícil nueva asunción y un borrachín con la cara de Luis Ciges (presente en los tres films) dan un tono incomparable a toda la película. Aunque Cuerda ya no galopa por estos caminos aún hay esperanza de que nos regale otra postal rural (dirigió la muy buena “La lengua de las mariposas”) tan divertida como esta surrealista trilogía.

 

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