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El calor es insoportable, el sol parece no querer irse nunca y a las diez de la noche todavía escupe humeantes haces de azufre. El sudor me brota por la calle y me dice que le encantó la última de Almodóvar (“Volver”), todas las actrices geniales, una pena ese único premio de consolación en Cannes, al mejor guión. No me parece un premio de consolación ganar lo que sea en Cannes, pero no se lo digo a él, más que nada porque sólo es líquido orgánico que sale de mi frente. Me dice mi sudor que quiere ver la última de Alejandro González Iñarritu (“Babel”), tartamudea al pronunciarlo, dice que ese esquema de historias cruzadas pasaba por ser novedoso hace 20 años, pero hoy día es tan clásico como el chico-conoce-chica-se-enamoran-se-pelean-pero-al-final-se-reconcilian. Que no digo yo que mi sudor no sepa qué le conviene a la estructura narrativa del cine, pero…

El aire viene como brisa del Sahara, el calor parece brotar del suelo, miro hacia abajo y una gota de sudor resbala por mi frente y se estrella contra el suelo. “Kirsten Dunst en la última de Sophia Coppola, haciendo de “Marie Antoinette”, ¿no te encantó en “Las vírgenes Suicidas”?”, dice mi sudor con cierta ironía. No termino de empatizar con el cine de la hija del gran Coppola, pero por alguna razón a mi sudor le encanta “Lost in translation”. También le apasiona el cine de género, la ciencia-ficción, la acción, el terror. “Tienes que llevarme a ver la última de Guillermo del Toro, “El laberinto del Fauno” (segunda parte de una trilogía sobre el gótico profundo español en el marco de la posguerra, que se une a “El espinazo del diablo” y concluirá con “3993”)” me dice como si yo no tuviese ninguna cosa mejor que hacer.

El cansino rotar de los aires acondicionados corta el silencio en la calle, nadie a un lado, ni a otro, noto como se humedecen los anversos de mis rodillas y codos, “algo me dice que la última de Roberto Benigni (“El tigre y la nieve”) será una mierda”, mi sudor está de mala leche, con este calor es normal, desde luego “Pinoccio” fue un estrepitoso fracaso (ni siquiera se estrenó por estos lares), pero “El tigre y la nieve” seguramente nos dará poco más o menos lo que nos dio “La vida es bella”, una farsa a medio camino entre la ñoñería y el compromiso social, como aliciente está Tom Waits. Me resbala por la espalda y el pecho, ¿es que no se pone ya el aire acondicionado en los autobuses? Casi no puedo oir lo que pasa a mi alrededor debido a las súplicas que mi sudor me hace, por nada del mundo quiere entrar a ver la última de Superman ( a mi me pica la curiosidad), ni la última de Nani Moretti (“El Caimán”, tras ver “La habitación del hijo”, mi sudor prometió que tendría que verse preparado para volver al cine de Moretti, aunque recomienda “Caro diario”, mas ligera y allensiana), al final me llevo una grata sorpresa con la última de Andrew Niccol (“El señor de la guerra”), encomiable crítica al negocio armamentístico.

La última de Aki Kaurismäki (“Luces en el crepúsculo”), mago de la incomunicación forzosa, y la de Ken Loach (“The wind that shakes the barley”, algo así como el viento que mueve la cebada, y última Palma de Oro en Cannes), inquebrantable a sus 70 años; la última de Richard Linklater (“Scanner Darkly” está inspirada en un relato del gurú de la ciencia ficción Philip K. Dick y presentada en animación sobre imágenes de actores de carne y hueso, como ya hiciese en “Waking life”) y la de Richard Kelly (“Southland tales”, una mezcla de ciencia ficción, musical, comedia y thriller, que a saber como es batida por el director del film de culto “Donnie Darko”), mi sudor siempre quiere estar a la última, a mi saliva le encanta Russ Meyer y a mis lágrimas las vuelve locas Terrence Malick pero ¿que sería de mi si sólo hiciese caso a mis fluidos corporales?

 

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