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En el artículo anterior nos quedamos en los 80 con miles de niños jugando a ser Bruce Lee (igualitos que sus padres), leyendo comics de artes marciales, fantaseando sobre golpes mortales ultrasecretos, y construyendo nunchakus con palos de escoba y cuerdas de tender ropa, bastaba una película de artes marciales para liarte con la cadena del WC a repartir leña por el barrio, dorados 80. La cultura pop, el video, los mass media, el consumo, nada habia dejado de lado al género de artes marciales ni a Bruce Lee. Estos niños de los 70 y 80 que jugaban arrancarse el corazón a golpes programarían una década después los videojuegos Tekken o Virtua Fighter, dibujarán Pokemon, Naruto, o Bleach, dirigirán Kill Bill, Shaolin Soccer, Matrix, compondrán música para las Dance Dance Revolution (la maquina de bailar) o juegos Beat ‘Em Up (Double Dragon), en definitiva, tras el paso de los sofisticados noventa, y con el siglo XXI caracterizado por la fusión, revisión, consumo y vuelta a comenzar de todos los movimientos culturales, el icono de Bruce Lee, su huella, el género, las influencias, siguen y seguiran patentes en la fotografia social de la cultura.

Bruce Lee, las artes marciales, las pelis de Kung fu, la postura de la grulla y toda una parafernalia mezclada, agitada, revuelta por la sociedad, los materiales desechables, el consumo, la cutrería, y todo envuelto listo para servir totalmente grasiento, sin la esencia genuina y autentica de los monjes de Shaolin que sólo quedará ya en las películas chinas de época. Tras sobrevivir tres generaciones sufriendo mutaciones, a día de hoy nos llega el todo y la nada de la china de las artes marciales ¿tenían razón los monjes chinos que acusaban a Lee de enseñar kung-fu a blancos? No importa, lo que importa es que las películas, las series, los documentales están ahí para usarse, inspirarse, mezclarse, y que todo vuelva a comenzar de nuevo. Preocuparse por la pureza y autenticidad de una identidad, es algo muy propio de nuestros días, la busqueda de lo puro, del original, un capricho al fin y al cabo para el siglo de la mezcla, pero no imposible…¡para las agencias de publicidad!

Veo en TV estos días una publicidad de BMW donde recuperan la imagen de Bruce Lee, una imagen minimalista, equilibrada, una imagen muy Siglo 21, de nuevo la magia de la publicidad escarba en los iconos populares para rescatar una imagen inmaculada que poder manipular y vender con los trends actuales. Esto me hace sonreir y ver cómo la historia vuelve a repetirse, prepararse para la vuelta del pequeño Dragón en revistas de moda, camisetas, look camorrista y fotos cool en el muelle, viajes a china, el circo de los monjes de Shaolin otra vez en ruta…o quizás el icono de Bruce ¿no se fue nunca? El mundo marcha, el mundo gira y eso es lo que importa.

Invadidos ahora por la avalancha de la cultura japonesa y el ZEN, en búsqueda de la identidad perdida, de filosofías mezclada con el SPA, palos de bambú que deben llevarnos hasta la paz interior, y una larga lista de iconos japoneses que nos rodean últimamente pero incapaces de hacernos olvidar las hipotecas, el mito del kung fu vuelve a la pantalla y no para dar puñetazos (que eso ya no mola) sino en su vertiente más filosófica y oriental. Como extra os dejo la entrevista ántegra a Bruce Lee en el Show de Pierre Berton, realizada en 1971, (justo después del estreno de su primera película “The Big Boss”) y conocida como La entrevista perdida a Bruce Lee, 24 minutos de un ingles facilito que si prestáis atención entenderéis a la primera. Aquí es de donde han extraido los creativos de BMW el fragmento para su spot.

“Be formless… shapeless like water. If you put water into a cup, it becomes the cup. You put water into a bottle; it becomes the bottle. You put it into a teapot; it becomes the teapot. Water can flow, and it can crash. Be water, my friend..”

 

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