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El otro día, mientras daba de comer a las palomas, pensando en como convertir hastío en pasión, dejando caer migajas de pan duro por entre los dedos, una brisa cálida hizo llegar un pequeño papel, decía así:

Los dispersos y volátiles límites del postmodernismo pasan por el hecho de que la realidad, la historia, la escritura, el todo sea reinterpretado incesantemente por el hombre. Como medio de expresión y de impresión que es en el entorno humano el cine ya venía dando cuenta de ello desde hace años, pero el público aún no estaba del todo preparado. El entrenamiento al que se han sometido las generaciones de los videojuegos ha hecho posible en los últimos años algunas muestras de cine en 1ª persona bastante loables.

Ciertamente, todo el metraje de “Monstruoso” (Matt Reeves, 2008) y “[Rec]” (Jaume Balaueró y Paco Plaza, 2007) es muestra de ello, en ambos films lo rodado representa la propia grabación que se realiza y se enmarca en la historia narrada. El ritmo y el apartado artístico es muy importante, pero ¿qué diferencia a estas dos películas de otras del género? La respuesta no se hizo esperar, al desenrollar el papel higiénico en mi visita matutina al váter de la oficina, allá estaba:

Hay dos maneras de considerar esta forma de rodar: Primera.- Que nosotros somos los protagonistas, que quieren que sintamos que formamos parte de la película (ésta es una concepción heredada directamente de los videojuegos) y Segunda.- una más acertada y emancipada, a mi entender: que lo que vemos, lo vemos a través de los ojos de otro, lo que verdaderamente pone los pelos de punta es que eso parece estar pasando de verdad, no que te esté pasando a ti.

Me viene a la cabeza la escena de “The Host” (Bong Joon-ho, 2006) en la que se agrupa la gente a ver algo extraño que hay en el río, se cuelga de un puente y se lanza al agua, ha desaparecido, pero de pronto comienza a escucharse un rumor a lo lejos por la orilla del río plagada de personas, y aparece el monstruo corriendo por a lo largo del paseo en dirección al protagonista, arrasando con gente a su paso, se me ha marcado a fuego en el cerebro, en este caso no es necesario ni la simulación de una cámara doméstica para dar la sensación de realismo. Es cierto que lo que pone los pelos de punta en la imágenes de las torres gemelas y gente lanzándose al vacío, no es que parezca que estamos ahi, sino que es verdad.

Me sentí como la mismísima Sofía cuando moviendo la cómoda de la habitación de mi abuelo para coger unas semillas que se me habían caido encontré otro de esos extraños mensajes:

El cine reinterpretado por el ser humano, esa tercera persona omnividente que era la cámara ahora es un personaje más, con nombre y con voz explícitas. Argumentos clásicos ya correteados mucho anteriormente se ponen al servicio de una nueva, y seguramente limitada (o no) manera de narrar. Al estilo de “La Celestina”, “El Lazarillo de Tormes” o “El libro del Buen Amor”, el autor parece decir: “esto no es mio, lo he encontrado, pertenecen a autores anónimos, es un pedazo arrancado (y violentamente) a la realidad”.

Prototipo de película cuya ambiguedad promocional se encaminaba pionera por estos lindes es “Holocausto canibal” (Ruggero Deodato, 1980) y su versión para las nuevas generaciones: “El proyecto de la Bruja de Blair” (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999), así como otros falsos documentales (el cine de Christopher Guest, las divertidásimas “Very Important Perros”, 2000, o “Un poderoso viento”, 2000; o “Borat”, Larry Charles, 2006, la cual también mezcla rodaje convencional) aunque estos carecen de los movimientos bruscos de cámara y de la intromisión activa de la cámara en la acción. Pero aún no quedaba todo claro, ¿qué importaba todo esto, para qué me servía?

Hace un par de días me levanté con una resaca horrible, casi ni recordaba lo que había hecho la noche anterior, cuando me puse frente al espejo del baño me di cuenta de que me había tatuado una operación de multiplicar con resultado erróneo en un pecho, en el otro ponía lo siguiente:

El hombre del mundo postmoderno ha de ir construyéndose continuamente en el mundo de la vida, dejando para ello de lado el mundo de la ciencia, del positivismo, o al menos convirtiéndo éste en mundo de la vida, integrándolo en nuestra propia naturaleza humana (si es que es distinta de la Naturaleza). El cine parece querer seguir esos mismos pasos cuando intenta que ignores por completo la parafernalia del rodaje, de la realización y planteamiento del film. Puede que sea consecuencia del cambio cultural, o puede que sea causa, en cualquier caso está tratando de decirte algo.

Con respecto a lo de querer que el espectador se olvide de que detrás de la imagen hay actores, técnicos y demás artificio, sin duda Von Trier sería francamente antipostmoderno, ya que muestra todas las entrañas de la obra en “Dogville”, 2003, o “Manderlay”, 2005. Aunque, pensándolo mejor, también intenta humanizar el proceso por un camino diferente, por el camino de mostrar la creación humana. Una nueva reinterpretación del mundo, nuestro propio zeitgeist.

Estas extrañas notas me están dejando mal cuerpo nunca sé dónde encontraré la siguiente. Volver a mirarlo todo, supongo que también es lo que hago yo, reinterpretando lo visto, una y otra vez, el mundo soy yo y lo que siento que decía Sopenhauer, como el cuerpo me pide, pero nunca son interpretaciones cerradas, sino dispuestas para la reinterpretación. Pongo lo visto en 1ª persona, la mía, dudosa, débil y egocéntrica, no intentando que te pongas en mi lugar, sino diciéndote: “mira lo que he encontrado dentro de mi”.

 

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