Por los cortometrajes de Chema Gacía Ibarra ya habían pasado mascotas muertas (“Miaau”, 2007), alienígenas beligerantes (“El ataque de los robots de la nebulosa-5”, (2008) y fatídicos experimentos científicos (“Protopartículas”, 2009); así que no es de extrañar que “Misterio” rebose humor negro, bizarras supersticiones religiosas, extraterrestres, amas de casa alienadas y analfabetos freaks castizos; todo al servicio de una crítica social un tanto forzada.

Con un estilo entre el costumbrismo más realista (frías secuencias de la patética vida familiar) y el esperpento surrealista (esas irrupciones de música máquina en el taller de costura), García Ibarra nos cuenta la historia de Trini, una bondadosa mujer de mediana edad, hastiada de su trabajo, que tiene que sacar adelante a un marido anodino y enfermo, constantemente enganchado a una botella de oxígeno, y a un hijo skinhead y retrasado. Un día escucha una extraña historia: una vecina vió a la Virgen en una pinada cerca de la playa y a partir de entonces se puede oir la divina voz si acercas la oreja a la nuca de su hijo. Trini decide comprobar si es verdad.

En “Misterio” el misticismo más casposo, la ciencia-ficción y la realidad más dura se mezclan en esta irónica, divertida y tierna trama de superación de las barreras sociales, mentales y físicas que parece quedarse a medias con un final un tanto efectista, pero que daja muy buen sabor de boca.