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Como (huelga decirlo) me aburre hablar de “The lord of the rings: The return of the king” o “El señor de los anillos: El retorno del rey”, pues me limitaré a escribir los títulos para dejar el artículo harto moderno y vamos a lo que realmente interesa: Terry Gilliam.

Este genio de la realización visual, imaginativa y de trasfondo amargo empezó su carrera con esos salvajes dibujos animados (y alguna que otra actuación) que servían de intermedio para los gags de la genial serie “Monty Python’s flying circus”, entre los dibujos de la Warner y los más airados surrealistas de principios de siglo. Y precisamente fue con los Monty Python con los que debutó, junto a Terry Jones, en la surrealistamente delirante “Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores” (que imaginación más gonorréica la de los que traducen los títulos) en 1974, repleta de momentos inolvidables (el caballero negro, los que dicen ni, el conejito asesino, la retaila comunista que le suelta a Arturo un campesino, …). Y parece que la edad media (esa edad tan abundante en lagunas, rellenables por dragones o leyendas varias) es la preferida de Gilliam, pues volvió a ella, tres años después, en “La bestia del reino” (basada en el poema de Lewis Carroll incluido en “A través del espejo”), de nuevo crítica social aderezada por humor, barbarie y … un excelente Michael Palin. “Los héroes del tiempo” supuso el despegue de Terry Gilliam como algo más que un integrante del famoso (y toda una retaila de apelativos positivos) grupo de cómicos. La ciencia-ficción se combina con la fantasía y los viajes temporales para entretejer una viaje alucinante por distintas época (todas ellas de cargada estética apocalíptica), excelente reparto con Sean Connery (Teseo), Ian Holm (Napoleón) y John Cleese (Robin Hood).

“The crimson permanent assurance” es el cortometraje que en 1983 rodó Gilliam para acompañar a “El sentido de la vida” de los Python, una pequeña joya en la que una vieja compañía de seguros se convierte en un barco (un edificio) pirata que asalta empresas más grandes, aunque la idea no es original suya se ha convertido en su mejor metáfora sobre la economía mundial.

 

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