CINEBLOG.NET

 

Ya que recientemente ha estrenado un “peliculón” llamado “El último samurai” dirigida por un “artista” como Edward Zwick (que cuenta en su haber con la interesante “Tiempos de gloria” o con la comedia disparatada “Leyendas de pasión”, lo que me reí con la trombosis de Anthony Hopkins, llega Brad Pitt, pregunta por alguien y todos se quedan callados para que conteste el padre, que tiene que escribirlo en una pizarra y se las ve negras, joder que contesten los demás), desde estas modestas páginas me gustaría dar un consejo a ese guaperas con mandíbula de cajón de caja registradora que se llama Tom Cruise (creo que lo has pronunciado mal).

Tom Cruise es un tipo que está forrado de dinero, si ahora mismo se sentase a manipularse el aparato genital y no se volviese a levantar más que para gastarse, pongamos, un milloncete de las antiguas pesetas por día, cuando muriese le sobraría tanta pasta que lo podrían embalsamar con timbre. Lo que quiero decir es que no se caliente más la cabeza en rodar grandes superproducciones para forjarse un aura de superactor (como ese fascista que tiene un rifle cargado en su casa porque la constitución dice que puede tenerlo), ya sabemos que no es un actor patético, y precisamente con hiperpapeles de lucimiento tipo “El último samurai” no es como se consigue una opinión sólida sobre lo bueno que eres como actor, ¿o es que todavía lo hace por dinero?, ¿se puede ser tan misero? (vale acepto que él veía ese papel como un gran papel, pero ¿por qué no acosa a Darren Aronofsky, o mejor Todd Haynes pues Aronofsky me huele a perdido, o a David Cronenberg para que le consigan un papel verdaderamente jugoso?).

El caso es que no hay en “El último samurai” esas ideas innovadoras, esas imagenes o diálogos que hacen que te corra por el cerebro el pensamiento de que eso se le ha ocurrido a una mente superior, a un cerebro privilegiado. En su lugar tenemos los consabidos (aunque muy de moda últimamente) clichés de honor, y es que si no bastaba con el honor que un soldado americano tiene para luchar por su país, imaginad el honor que puede desprender por sus poros un soldado americano al que le han inculcado los valores éticos y morales de los antiguos samurais. Para echarse a llorar, no digo más.

 

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies