No me he equivocado en el título, joder. Es que el último film de Mike Leigh (el hermano existencialista de Ken Loach) “Todo o nada” refleja precisamente, por un lado lo que lo es todo en la vida, lo más importante, nosotros mismos, lo que nos preocupa, lo que amamos, odiamos y sentimos a nuestro alrededor, el entorno exterior e interior del ciudadano medio (el que no está forrado a costa de exprimir a los demás). Por otro lado la nada, lo que todos nosotros (humanos de a pie) significamos en el movimiento de esta locura a la que llamamos mundo, pero que deberíamos llamar política o estado o yo que sé.

Mike Leigh maximiza las premisas de su más acertada composición: “Secretos y mentiras”. Todo en “Todo o nada” sobrepasa al film con Brenda Blethyn, aquí todo el mundo es más feo y sucio, todo es más oscuro, las personas más herméticas, los espacios más cerrados, los problemas más grandilocuentes. Un plantel de actores más o menos desconocidos da al film ese tono de realismo que busca Leigh, un realismo que cobra patetismo en la medida en que se asimila a un esperpento. Esperpento deformante pero, no obstante, real como la vida misma. Se puede decir que ha combinado la crudeza y oscuridad de su fundacional “Naked (indefenso)” con el pseudodrama familiar de su obra cumbre. Mike Leigh sabe que no hay sitio mejor donde encontrar los resortes del melodrama que en la cotidianeidad.

Encabeza el reparto Timothy Spall (ahora en “El último samurai”), actor que rueda su quinto film con el director, y que sabe imprimir a su patriarca en crisis todo el realismo necesario, logrando expresar emociones límites sin caer en la exageración antinatural. Ya sea en dramas desangelados (“Naked”), dramas con retoques de comedia negra (“Secretos y mentiras”), comedias agrias con retoques de drama (“Dos chicas de hoy”) o en esperpénticos (otra vez) cuasi musicales (“Topsy-Turvy”) Mike Leigh es un director que sabe expresar sentimientos y que pone a las relaciones personales y sociales en el lugar donde deben estar.