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En “Como ser John Malkovich”, Charlie Kaufman utilizaba al John Malkovich auténtico como eje de una trama surrealista, con personajes que ahelan el éxito que merecen, no es que ésto fuese nuevo. También utilizó personajes de un entorno real, en una historia de claro carácter fantástico, y bueno, ésto tampoco era nuevo. Lo nuevo fue unir los dos conceptos en un mismo guión, un guión complejo y enrevesado en el que se subvertían las reglas clásicas del drama fantástico y de la screwball comedy. En “El ladrón de orquídeas”, de nuevo Charlie Kaufman, volvía a utilizar una idea no del todo nueva (en la adaptación de cualquier texto a otro formato se debe incluir el contexto de esa propia adaptación), pero si eminentemente postmoderna. Un puzzle de historias entrecruzadas al estilo Altman, pero perteneciendo las historias a niveles distintos de la realidad (a la película, la película dentro de la película que parece ser la película que vemos, el libro, a historia de la creación del libro, …).

El objetivo de “Tristram Shandy: A cock and bull story” es de índole muy similar a los dos ejemplos reseñados de Charlie Kaufman (por cierto, en marzo se estrena en EE.UU. “Synecdoche, New York”, su primer trabajo como director, en la que vuelve a jugar con la figura del autor y de su vida en relación con la obra, el autor como otra pieza más del juego de la historia). El guionista Frank Cottrell Boyce lleva a cabo una fusión entre la utilización surrealista de un actor real, como centro de gravedad de la función (un Steve Coogan hipócrita, amargado y protestón), llevando la premisa a sus máximas consecuencias (todo el equipo de la película está allí, todos son reales, todo lo reales que pueden ser los personajes de una película) y el juego de adaptar un libro inadaptable (Sólo que lo que en “El ladrón de orquídeas” era profundidad y complejidad narrativa, aqui no consigue despegar como tal y se queda en una especie de interpretación tarantiniana (bueno, hoy día cualquiera cambia de posición las piezas temporales de una historia) sobre los tiempos de Barry Lyndon.

Y es que hay algunas cosas muy irregulares en el último film de Michael Winterbottom, la ligereza con la que parece que está rodada, un final desconcertante, un título pillado por los pelos, unas interpretaciones escasas, … Winterbottom lleva cambiando de registro película tras película, y precisamente Frank Cottrell Boyce lo ha acompañado en diversas paradas (juntos han hecho: “Forget about me”, 1990, que fue el primer largo de Winterbottom; “Butterfly kiss”, 1995, una especie de thriller sexual con trasfondo de road movie; “Welcome to Sarajevo”, 1997, relato sobre el periodismo de guerra con reparto internacional; “El perdón”, 2000, un western moral; “24 hours party people”, 2002, crónica de la movida en Manchester en los años 80; “Código 46”, 2003, un thriller de ciencia-ficción; y el film que nos ocupa). Supongo que tras tanto género le tocaba el turno al cine deconstructivo moderno, al cine que tiene que montar el espectador (como la durísima “21 gramos”), con lo que no creo que la intención de Winterbottom y Cottrell Boyce sea la misma que la de Kaufman, Arriaga o Tarantino. Para estos últimos ésta es la manera de hacer una película, para los responsables de “Tristram Shandy: a cock and bull story” sólo es una manera de hacer una película y parece ser que quieren provar todas las maneras.

El cine de Winterbottom representa la conciencia moderna, la indeterminación y la duda, desde el semi-documental politizado (“In this world”, 2002 o “Road to Guantánamo”, 2006), hasta el drama puro y duro (“Go now”, 1995), o el experimento sexual-musical (“9 songs” ), romances, melancolía y la clase trabajadora, dramas de época (dos adaptaciones de Thomas Hardy: “Jude”, 1996 y “El perdón”, 2000) e historias basados en hechos reales cargados de coraje y tal y cual (“Un corazón invencible”, 2007). A Winterbottom todos los géneros le gustan por igual, o al menos no quiere dejarse nada por dirigir cuando se centre en lo que le gusta.

“Tristram Shandy: a cock and bull story” es una buena película, está por encima de la media, a veces, entre tanta sarna inglesa e ironía negrísima, hasta es divertida, propone un retrato implacable de los actores (aunque hoy dia ya no es tan de alabar que alguien se preste a dar la cara para un personaje como el de Steve Coogan, hoy día que hay que ser moderno, romper esquemas y quedar para la posteridad), pero se pierde entre las historias mínimas de éstos, dejando de lado el texto que estaban adaptando, al final la respuesta es bien clara, no sé si la obra de Laurence Sterne es verdaderamente inadaptable, lo que si sé es que ellos no han sabido adaptarla, y supongo que eso es lo que cuenta la historia a mi modo de entender, un intento frustrado.

 

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